El oro es uno de los materiales más preciados en la historia, la cultura de las civilizaciones y como no podía ser de otra manera, también en la religión. Principalmente, el oro es una muestra de poder y de riqueza. Hay leyendas que hablan de que su color y brillo recuerdan a la estrella que nos da la luz: el sol. Otros dicen que el reflejo que da el oro sugiere el reflejo del sol en el agua. Pero, ¿por qué siempre ha tenido tanto valor el oro?
Una de las principales razones son sus propiedades técnicas: un material inalterable a lo largo del tiempo debido a que es no cambia ante la oxidación y la corrosión (por lo tanto, todo lo que se hiciera en oro superaría al límite del tiempo) y por otro lado, es un material maleable por lo que se puede construir cualquier cosa con él, lo que también lo hacía muy valioso. Sin olvidar que es fácil combinar con otros materiales, en definitiva: un material magnífico.
En el Antiguo Egipto, su poder en el mundo hace unos 5000 años estaba marcado por la gran cantidad de oro que poseían. Solo así pudieron desarrollarse de tal manera en el mundo antiguo y ser tan superiores a otros pueblos. En otra línea, los mexicas, o aztecas, relacionaban el oro como un símbolo que se vincula al fuego y al sol. La cultura china taoísta también ha tenido una gran estima por el oro. Esta cultura consideraba al oro como fuente de inmortalidad, por lo que formaba parte de su dieta alimentaria. El objetivo era alimentarse de oro para obtener la vida eterna.
No podíamos obviar, la religión cristiana, en las que la aureola de los santos es de color de oro, símbolo de algo divino, de la perfección, de la conexión con Dios y con la santidad. También, los hindúes ven el oro amarillo como un generador natural de energía y creen que activa el chakra del corazón.